miércoles, 14 de mayo de 2008

Más música.

Bueno, esta mañana me aburría y empecé a toquetear con una nueva lista de reproducción en mi cuenta de Finetune. Como ya os presenté con anterioridad, Finetune es una herramienta en Flash que permite elaborar una lista de canciones a gusto del consumidor y compartirla con tan solo pegar un link o un código en tu web/blog.
Ya tenía una, llamada "Kelembor 1" y ahora he hecho otra con el nombre de "Kelembor 2" (sigh, mi originalidad está en decadencia). Para acceder a ella tan solo teneis que pulsar en el botoncito de "Finetune Playlist" en el reproductor del márgen derecho, y allí seleccionar la que querais. Por orden predeterminado, aparecerá en la 1.


La lista es de 45 canciones y contiene lo siguiente:

AC/DC - Dirty Deeds Done Dirt Cheap
AC/DC - Hells Bells
AC/DC - Thunderstruck
Cradle of Filth - Hallowed Be Thy Name
Extremoduro - Necesito Droga Y Amor (Version 2004)
Extremoduro - So Payaso (Version 2004)
Extremoduro - El Dia De La Bestia (Version 2004)
Guns N' Roses - Knockin' On Heaven's Door
Guns N' Roses - November Rain
Guns N' Roses - Patience
Hammerfall - Let the Hammer Fall
Heroes Del Silencio - Entre Dos Tierras
Heroes Del Silencio - La Carta
Heroes Del Silencio - La Sirena Varada
Jimi Hendrix - All Along The Watchtower
Jimi Hendrix - Fire
Jimi Hendrix - Voodoo Child (Slight Return)
Korn - Another Brick In The Wall
Korn - Evolution
Korn - Word Up
Loquillo Y Los Trogloditas - Cadillac Solitario (Live)
Mago De Oz - Astaroth
Mago De Oz - Molinos de viento
Mago De Oz - Santa compaña
Marea - Ciudad de los gitanos
Marea - La Rueca
Marea - Pan duro
Metallica - For Whom The Bell Tolls
Metallica - Master Of Puppets
Metallica - Nothing Else Matters (Directo con la Simfónica)
Muse - Knights of Cydonia
Muse - Hysteria
Muse - Supermassive Black Hole
Pearl Jam - Better Man
Pearl Jam - Black
Radiohead - 2 + 2 = 5
Radiohead - Idioteque
Radiohead - Street Spirit (Fade Out)
Rammstein - Du Hast
Rammstein - Engel
Slayer - Angel of Death
Slayer - In A Gadda Da Vida
System of a Down - Aerials
System of a Down - Chop Suey!
System of a Down - Toxicity

Espero que os guste, o al menos que os entretenga.

Historia de Kelembor, Señor del Fin de los Tiempos (Parte 4)

[ Mi primer objetivo sería la Corona de Dominación, que el primer gran elegido situó en el Altar Negro, tras pasar las Puertas del Caos. Creo que las leyendas y las profecías no pueden ser más inconcretas sin que se lo propongan sus autores... Desconocía su localización. Acudí al poder de la Archimaga Yavoy, que usando las Cavernas de los Tiempos me llevaría a finales de la Segunda Era, cuando Morkar (el primer elegido) entregaría su Yelmo en custodio del Caos. Tras ver al portentoso guerrero cerrar las Puertas y alejarse cabalgando en su montura, aparecería en ese plano material para coger yo mismo la Corona del Altar Negro. No podía pretender que fuera tan sencillo: en cuanto toqué el metal del yelmo el tiempo se detuvo... todos los miedos, toda la corrupción, todas las pesadillas que los mortales habían vivido hasta el momento se me aparecieron en mi mente... luchando contra esas visiones por mantener mi cordura... por mantenerme vivo... segundos que me parecieron décadas, bueno... realmente quizás fueron décadas: el tiempo entre el Caos tiende a pasar de distinto modo, incluso al revés. Magnifica lección recibí: “El cuerpo no puede vivir sin la mente”. Y tras esa prueba logré obtener la Corona. Sería desde entonces que mi visión sobrepasaría el horizonte.

Meses después, recuperado de aquel ataque mental en el Altar Negro me decidí a recobrar la Cadena de Sangre, cadena que Morkar empleó para atar su arma a su brazo. No obstante ese objeto con el paso de los siglos se convirtió en el corazón de un Dios Menor: Hakkar, el Dios de la Sangre. Bajo objetivo de la Perla Negra, y mío personal, alzamos una hueste lo suficiente fuerte como para derrotarle en su gran templo en lo más profundo de la Selva Oriental... la batalla fue más bien corta. Hakkar cayó y de entre sus vísceras recobré lo que es mío: la Cadena de Sangre, que ya cuelga de mi brazo con el extremo libre...

Mientras, nuestra contienda en el Núcleo Ardiente era día a día más avanzada. Uno de los lugartenientes del Señor del Fuego cayó, era Garr. Inmolándose en el último momento, el Gran Elemental se llevó consigo a varios de nuestros hombres y dejando al descubierto el tercero de los Seis tesoros: los Guantes del Guardián Llameante. Mi contienda avanzaba a pasos agigantados y mi poder, a la par, crecía más de lo que podría asimilar.

Mi Corona me reveló la verdadera situación del cuarto tesoro. La capa que Morkar llevaría no sería otra cosa que el pellejo del Primer Demonio del Caos: Kazzak. ¿Como protegerla mejor que devolviendo la capa a su estado inicial de “piel”? El primer elegido decidió resucitar al Demonio a través de su capa... El peligro nos aguardaría en las Tierras Malditas. Bajo el comando de Keops, una horda de guerreros, exploradores, magos y brujos... nos alzamos contra Kazzak. En un despilfarre de magia negra la Mascota de los Dioses del Caos murió por segunda vez a los pies de un elegido. Fue el pícaro Erphanaem quien se encargó de cortar la piel y confeccionarla en forma de capa para así otorgármela... dándome, a la vez, una defensa cromática (contra los hechizos) de lo más interesante.

El avance en el Núcleo Ardiente era terrible, a varias decenas de metros por debajo del nivel del mar divisamos a nuestro objetivo, Ragnaros el Señor del Fuego.
A finales de la Primera Era, los Dioses Antiguos gobernaban el mundo a puño de hierro. Sus siervos, los Señores Elementales, lucharon a favor de sus amos contra Ao (el Dios Verdadero)... tras perder contra este fueron desterrados al plano elemental. Tres Eras después... por alguna extraña razón el Traidor y rey del clan Hierro Oscuro tuvo la posibilidad de liberar a los Señores Elementales, decantando la Guerra a su favor... pero Ragnaros ya no es esclavo de nadie y arraso con todo hasta poder refugiarse en el Núcleo Ardiente, planeando venganza contra Ao y recobrando su gran poder que perdió en su letargo. Parece ser que Morkar entregó a Ragnaros la esencia de su arma, el mayor de los Seis Tesoros... pero algo salió mal: Una vez Morkar estuvo desarmado y con tan siquiera sus dos tesoros restantes, muy debilitado por tanto, Ragnaros le plantó batalla... acabando con él. Es por tanto, que los últimos dos tesoros no los depositó el mismo Morkar: se perdieron en la infinidad del Viejo Mundo.
Así pues, bajo el estandarte de la Perla Negra alzamos todas nuestras unidades y nos decidimos a purgar por completo el Núcleo. Fueron varios días de contienda hasta llegar ante el ente de fuego. La batalla en si se hizo eterna, tuvimos muchísimas bajas y nuestra moral estaba por los suelos... parecía que habíamos encontrado algo mayor que cualquier grupo mortal pudiera derrotar... pero yo ya no soy mortal. La Cadena de Sangre reaccionó al entrar en contacto contra el cuerpo inervado de la esencia de la Sulfuras, el arma del Señor del Fin de los Tiempos, otorgándonos a los pocos supervivientes el poder suficiente como para poder derrotarle. Y así pues, cayó. Y de entre sus restos la Esencia: una piedra de la que brotaba lava que no quemaba, poco más grande que un puño, con brillantes runas en su superficie. No obstante también hayamos una grata sorpresa en el interior de Ragnaros: el Cinto de Embestida, la primera parte de la Armadura de Morkar (el Sexto Tesoro), que al parecer en la muerte del Elegido se habían dispersado más de lo que creí.
En este mismo grimorio, en las páginas que mi padre escribió se haya la receta para forjar la gran maza... parece ser que mi padre tenía muy claro que sería el heredero... Ya he reunido los ingredientes, por supuesto gracias a la inestimable ayuda de mis camaradas de la Perla, mañana en un importante acto en la capital enana la forjaré. Quien me diría a mi que acabaría llevando tal maza cuando renuncié a llevar una como “Martillador” de la corte de Karak-a-Kazak (o eso pone en el libro escrito por Durgrim Melenaroja)... “parece ser, que el destino no esta carente de cierta ironía...”

“Todo lo que tiene un comienzo... tiene un fin. Incluso si se trata de un sueño o una ilusión. El principio de un camino. El final de un objetivo. El fin de una leyenda. El comienzo de una historia. Un representante de cada una de las grandes razas entrarán una vez más en lo más profundo de la montaña. Por caminos ya explorados, y riesgos ya descubiertos. Hasta el mismo corazón de la Llama y su implacable guardián. Y el Gran Yunque que en su seno esconde el poder del Fin de los Tiempos.”

Así termina la profecía, con la forja de la Gran Maza, y así se hizo. Tras la forja del Sulfurón nos reunimos en Ironforge, dónde culminé el 5º tesoro uniendo la Esencia a este. Un arma de una belleza increíble, incluso hechizante... el calor que desprende es extrañamente reconfortante y el fuego que de su interior fluctúa es por el momento capaz de derretir cualquier materia. Ahora comprendo el porque de los guantes (“Guantes del Guardián Llameante”) y la capa... ¡son inmunes a dicho efecto!
Empiezo a temer en que me estoy convirtiendo... Morkar terminó enloqueciendo y sirviendo como Comandante del Caos... miedo me da que mi mente mortal no sea capaz de contener tanto poder.

Apenas habían pasado unas semanas y el brujo Saymon me citó en su baluarte. En su bola, el Nigromante, plasmaba una inminente batalla contra Lord Victor Nefarius, actual señor de la Montaña de Roca Negra... pues su eterno rival Ragnaros ya había sido redimido. Parece ser que en su afán de poder no solo se había hecho con el mando de todo un clan Orco... sino que cantidad de dragones custodiaban sus salas, e incluso el mismísimo Vaelstraz, Guardián de los Cielos, había sido corrompido a su favor. La visión se desvaneció sin desvelar las intenciones de Nefarius... pero era evidente que representaba una gran amenaza para el Viejo Mundo. Debería emprender en breve camino hacia él... no puede permanecer impune. Antes de marchar, Saymon, me concedió uno de sus anillos de poder: Golpe Rápido. Es posible que me sea de lo más útil, pues mi nueva maza era bastante pesada y no podía golpear con tanta velocidad. ]