miércoles, 30 de mayo de 2012

El Segundo Elegido.

Los Dioses del Caos son traicioneros. En su eterna cruzada por la supremacía del Viejo Mundo y por acabar con los falsos dioses de los hombres, en el momento que bendicieron a Archaón como Señor del Fin de los Tiempos se quisieron asegurar ante un posible fracaso. Khorne y Slaanesh, al margen de Tzeentch y Nurgle, otorgaron su beneplácito a otro campeón, Kelembor, convirtiéndole en todo un avatar de la destrucción. Su fuerza, poder y salvajismo fue contemplado por varias tribus de hombres del norte, que se unieron sin pensar a su causa. Se mantuvieron expectantes hasta que Archaón terminara su campaña pero este letargo acabó. Ha llegado el momento de que las bárbaras huestes del Segundo Elegido arrasen el Viejo Mundo de nuevo, y demuestren su verdadera superioridad.

Kelembor a diferencia de Archaón no era un devoto de Sigmar, ni un templario, no: Kelembor era un esclavo. Un bárbaro nacido al norte de Kislev y que en una campaña anterior fue reclutado, para caer presa del Imperio de los hombres, esclavizado en sus minas de metal donde la amargura y el odio lo consumieron durante años, hasta llevarlo a la locura y la desesperación. Y fue entonces cuando el Dios de la Depravación puso su ojo en él. Es relativamente fácil encontrar un hombre recto y doblegarlo, mostrándole la auténtica realidad... pero es mejor encontrar un hombre doblegado y atormentado, y darle poder. Slaanesh envió a Doro, una hechicera, que sacaría al bárbaro de las minas, explicándole su nuevo propósito. Sería su mano derecha, hechicera, y consorte; su intermediario con los Dioses del Caos. El Dios Negro les otorgaría un ejercito salvaje, y la sangre que derramaran haría que Khorne les endureciera y fortificara, abanderado por los campeones y el propio Kelembor dentro de la hueste. Solo un regalo le fue otorgado, un arma de un poder comparable al de las reliquias de los ancestros.

Doro, el avatar de la Lujuria, hechicera de Slaanesh. Poco se conoce de sus orígenes, se rumorea que es la forma corpórea de los pensamientos más instintivos, perversos y carnales del ser humano y que cada hombre (o mujer) la ven de forma distinta. No envejece ni puede engendrar descendencia. Su poder es aparentemente desapercibido en su delicada figura, pero su canto de sirena atrae multitud favoreciendo el crecimiento del ejercito y es que aquel bárbaro que sobresalga en el campo de batalla será señalado por su maestro Slaanesh. Podrá yacer con ella y saciar sus más sucios sueños, que la bella mujer colmará con sumo placer. Si el bárbaro sobrevive y se contiene, sin llegar a perecer por cansancio, inanición o heridas varias... habrá superado la prueba y podrá pasar a engrosar las filas de los guerreros, donde deberá demostrar su belicosidad y ganar el favor de Khorne.
Los conocimientos sobre los torrentes del Caos de Doro no tienen parangón, su puesto junto al comandante es más que justificado y nadie lo pondrá en duda sin morir de forma horrible.


-Preparando el trasfondo para un ejercito de Guerreros del Caos.