sábado, 15 de noviembre de 2008

Historia de Kelembor, Señor del Fin de los Tiempos. (Parte 7)

Me pareció algo burdo postear sin más este trozo de la narración, que sin duda es el que más he trabajado. Así que, propuse a Isilme un proyecto... pero no pudo ser, por falta de tiempo. No obstante, retomé mi viejo Flash 2004 y me puse manos a la obra... he tenido muchos problemas, la verdad, mitad por el tiempo que hacía que no lo tocaba y la otra mitad por problemas técnicos con él... pero bueno, una noche enterita y lo he logrado:


Son apenas 8 MB, contiene música y un poco de chicha para darle fuerza al texto. El archivo lo podréis abrir con vuestro navegador siempre que tengais instalado el Adobe Flash Player. Una vez abierto, os aconsejo pausarlo (el menú de reproducción lo encontraréis pulsando botón derecho sobre la imágen) y adaptándola a un tamaño en el que veais que ya no se degrada (el tamaño ideal es 900x436 pxl). Evitar aplastarlo horizontalmente, pues vereis los frames del texto como aparecen debajo, y se rompe un poco la mágia :)
Espero que os guste, y para los que querais leerlo llanamente luego... aquí os dejo el texto:


**Las siguientes frases se encuentran escritas en el borde del grimorio, desordenadas, escritas en sangre, con gotas a los lados. En la última frase, la pluma cortó el papel.**

“Tengo un mensaje de mi señor para ti… es este: Bienvenido. Bienvenido a la fría muerte…”

“Despídete de todo a los que ames, pronto engrosarán nuestras filas…”

“Comandante, sus castillos caerán… sus muros serán derribados… su alma, será mía!”

Ni siquiera sé a quién escribo, o si puede que tras tanto tiempo ya carezca de significado hacerlo. Puede, incluso, que aquellos que me acechan puedan utilizar esto para acabar conmigo… siempre están, todos a cuantos les he contado esto han muerto prematuramente… tan solo mi sombra, si es que es ella, sobrevive a mi contacto.
Ya no tengo nada que perder, soy un alma en pena que tan solo quiere buscar un solo segundo… ¡un maldito segundo! de sosiego… de silencio. Esa voz, incesante como la transición de noche a día, incansable… me intenta convertir en lo que otrora fui inconscientemente, centro de desgracia, muerte, el centro de todo aquello que pudiera significar caos en su estado puro.
Hace apenas unas semanas que abandoné todo aquello que conocía… mi líder, Akiles, al que juré eterna lealtad… La Perla, quién recientemente había logrado acabar con el mismísimo Illidan… todos mis amigos, conocidos… quedaron atrás, ya no deben estar para el momento en que ocurra lo inevitable… sería imprudente por mi parte, exponerlos a algo así, egoísta sin dudar.
De aquí a allá, el mundo demuestra como se cubre rápidamente de una sombra tan oscura, tan espesa… y tan perceptible como las plumas de ébano del cuervo. El mundo, el viejo mundo, ya no es viejo… solo ha enmudecido, tal vez calle para hacerse el interesante, tal vez para concentrar las voces que oigo……. o solo tal vez porque el cambio que en él se espera no pueda ser nombrado. Los animales no emiten sonido, no hay niños en la calles. Solo paseantes atareados. Pasos mudos.
No obstante, la gente balbucea el regreso de la plaga. Con el corazón helado, allá por donde paso, escucho los chismorreos que lo mencionan.

*A la siguiente página*

Hoy, ahora, he matado a un inocente. He visto como, su piel se desgarraba… he notado como sus órganos dejaban de funcionar… como por el pánico su corazón se detenía en décimas de segundo. Y su mirada, clavada en mis ojos, en una mueca de arrogancia, mientras el cuerpo de ese pobre granjero se podría y se transformaba en la de un necrófago. Me provocaba. Y gritaba, y gritaba… aún pese a que sus facciones eran controladas, el dolor de todo ello jamás podría ser callado… Fue casi instantáneo, le partí en dos, en diagonal, con mi hacha… y antes de caer al suelo se deshizo en polvo, un polvo claro, no espeso, no emitía calor ni había restos de carne ni hueso: solo polvo. El lugar se vació de inmediato, todos se encerraron en sus casas… el tiempo suficiente para fijarme que durante el ligero combate, mi capucha se bajó: en la ventana podía ver mi cara, sonriendo, divertida, orgullosa. Muerte aullaba de hambre.

*En la siguiente página la entrada contiene un dibujo cuidado. La ilustración muestra detalladamente como un ave de color negro se alimenta de la carroña de un brazo humano.*

Ya ha empezado. Ha sido un cambio demasiado rápido como para ser siquiera percibido. Azeroth, el Viejo Mundo… es el inicio del Fin. El último acto mortal entre el bien y el mal.
La Plaga, azote de la humanidad, se esparce por la faz del mundo… y Terrallende. Cual virus, una epidemia, una pandemia… no se puede detener. No es como la primera invasión, es más mortífera: el más mínimo contacto, aunque sea para acabar con ellos, y un mortal será infectado. Incubará durante apenas unas horas, sin darse cuenta, lo que le matará y le transformará el un soldado más a sus filas. El granjero que ayer maté tan solo era de los primeros…

*La letra cambia violentamente, tornándose más alargada, fina y profunda*
“¿Por qué luchar por algo que tantas veces te ha hecho dolor? No eres como ellos… No existe el honor en luchar contra ti mismo…”

E… *borrón* El pueblo, entero, ha muerto. Poco después de que entraran en sus casas empecé a escuchar ruidos… todos, o casi todos, eran no-muertos infames. Marionetas. Acabé con los necrófagos, uno por uno, mientras el ligero viento barría a mis pasos. Acabé con los vivos, algunos lo entendían, otros me maldecían… pero solo una niña, pequeña e inocente, será la que recordaré. Me miró a los ojos, me ví reflejado en ellos, eran brillantes y verdes… no sonrió, ni se estremeció cuando mi acero le atravesó el estómago… solo dijo con una voz tan dulce como el sonido de una caja de música: Bienvenido, Caballero de la Muerte. Borbotearon algunas gotas de su boca, y se desplomó. Hoy, he matado a ciento setenta y dos inocentes, ahora, carroña para los cuervos.


*Siguiente página. En los laterales hay algunos garabatos. Y palabras desordenadas, sueltas: “Sangre, Hielo, Impío…”*

Las Tierras Devastadas, las del viejo imperio de Lordaeron, Cuna de Invierno, Tanaris…. todos han sucumbido al azote. He estado en varios de los lugares, buscando respuestas, el origen de todo… y solo he encontrado fanáticos heraldos. Imbéciles que tienen los ojos vendados. Ninguno ha respondido, todos ahora yacen inmóviles en el suelo…
Las necrópolis se han puesto en marcha, surcan los cielos lentamente. Ya no hace sol, y cuando lo hace, ellas lo cubren. Sumido en la oscuridad, la desesperanza toma las riendas…
Fue en tierras devastadas, donde viejos compañeros de La Perla Negra perecieron en combate contra la hueste. No poder decirles nada. No poder ayudarles… Impotencia, la maldita impotencia. O tal vez no quería, ya no lo sé, ya no lo sabré. ¿Acaso no hay nada que pueda hacer? Estoy condenado a ser el último, tan débil y frágil… tan fácilmente destruible. ¿Es este el Fin de los Tiempos de verdad?
No. Puede, tan solo puede, que lo que siento sea cierto. ¿Qué tengo que perder si me rindo? Nada, ya está todo perdido. Puede que deba seguir mi instinto, puede que Arthas tenga razón…

Mi corona me lo revela. Debo ir al extremo este de las tierras de la peste del este, más allá de Mano de Tyr.

***
Acherus, la segunda mayor necrópolis de la Plaga, asolaba las tierras del Enclave Escarlata. Millares se habían refugiado en los últimos días aquí, como última esperanza, por el fanatismo de sus gentes contra la Plaga. Acabar con ello, sería acabar con todo para la humanidad… un astuto movimiento. El propio Arthas regentaría la parte superior. Una escuela de muerte para aquellos que como yo, se entregan. No me detuvieron, me miraban, me vigilaban, pero me esperaban… y llegué ante él:
Impasible, de pie, agarrando a Frostmourne con extrema fuerza… casi con miedo de que se le resbalara. Ataviado en su armadura, en el yelmo de Ner’zhul, un acero tan negro como la propia sombra del mundo… es posible que tan solo fuera la silueta de él mismo. No revelaba nada más, su poder era palpable. No respiraba. Solo me observaba.
Aguanté la mirada, aún mantenía mi obstinado orgullo pese a todo. Jadeaba, estaba agotado… ni siquiera recordaba la última vez que me alimenté o bebí… que sería de aquellos tiempos de abundancia… Mi corona, mi armadura, parecía tan ajada que una embestida me despedazaría cual trozo de madera.
-Kelembor, Señor del Fin de los Tiempos. ¿Y eso es todo? Un cansado enano, orgulloso y no mortal.
-No me subestimes, Arthas.
-He invertido mucho tiempo en ti. He visto como lo as perdido todo, como te escondías, como buscabas… eres el ser, que pese a seguir vivo, más ha sufrido. Debo admitir, que tu tormento me resulta divertido.
-Eres un sádico…
-¿Y tú lo dices? Solo te he demostrado quién eres, te he visto disfrutar en ese estado. Eres la Guerra, pero también la Muerte.
-Deje de serlo hace demasiado. El mundo ya es tuyo, aunque la guerra durara eternamente, tu ventaja ya es demasiado evidente… ¿Por qué la atención en mí?
-Porque tú si mereces la pena. Ambos fuimos mortales, y ambos hemos decidido no serlo… perdurando poderosamente. Antaño fuiste imparable, temido, arrasabas poblaciones y adorabas el poder de la Muerte, el Trono que ahora ni tan siquiera contemplas. Eres un simple guerrero, poderoso si, pero nada más... usas la fuerza bruta para acabar con todo, estrategias de movimientos tan predecibles que resultan absurdas. Ansias venganza para aquellos que te torturaron. Deseas purgar todo el mal que azota la Tierra Media... no para que el equilibrio prevalezca, sino para comprar tu propio perdón por el daño que causaste. Eres un hipócrita.
-Lucho por lo que creo que es más justo.
-Luchas contra ti mismo, no hay honor en ello. Sé quién debes ser. La Guerra y la Muerte, yo te recordaré como usar este último.
-¿Por qué?
-No tienes nada que perder, recuerda. Hagas lo que hagas, aunque tarde más sin ti, ambos sabemos como acabará todo. El Fin del Mundo está escrito de mí mano. Si eliges, puedes irte, no te mataré por hoy… y puede que así me ofrezcas algunos días de distracción en el futuro.
-¿Tengo elección?
-La pregunta debería ser: ¿quieres elegir? Has sido más tiempo Señor de la Muerte que tu mismo. Disfrutas con ello, sabes que serías mejor. Eres un mal necesario, alguien debe hacer tu trabajo. Pero tu maldita ética te impide racionarlo. ¿Crees que soy el malo? Debo devoción a lo que soy, sin más, otros intentan acabar conmigo... yo los destruyo. Soy necesario para que unos tengan una batalla por la que morir, un hecho por el que vivir. Te ofrezco la oportunidad de que tú conozcas lo que eres de verdad. Un ser completo.


Asentí y Arthas se me abalanzó. Frostmourne atravesó mi peto de malla, mi piel… y mi cuerpo. Sus ojos se clavaron en los míos mientras me agarraba con desprecio por la capa, como el desollador que espera que su animal se desangre. Muerte sobre la inmortalidad, jamás pensé que sentiría algo así… podría describirlo, pero pasadas varias páginas, no habría logrado nada. Me levantó, podía sostenerme de pie. Mi cansancio se esfumó, ya no tenía hambre ni sed. En su oscura armadura, me vi reflejado. Mis ojos se abrían tornado tan brillantes y azules como los suyos… mi piel, oscura como todo lo que ya había.
-Bienvenido.
Mi entrenamiento empezó al instante. No había descanso, tampoco sentía necesidad de ello. Me resultaba natural, no había mayor dificultad. Cuando me creyeron preparado ascendí rápidamente de rango y lideré otros Caballeros de la Muerte en el asalto de esas tierras. Los encargos se enlazaban, e incluso Arthas estaba satisfecho de mi trabajo. Ya podía dominar a Muerte de nuevo, y su faceta más sádica me había sido desvelada. No quedarían supervivientes, ni para decir que los había.

Habían pasado meses, casi dos años desde que desaparecí. El mundo se había vuelto aún más duro, frío, que antes. Las civilizaciones no solo estaban en guerra contra la plaga, sino contra ellas mismas. El caos.
Algunos mortales me tachaban de traidor, mi leyenda se había esparcido. Cumpliría mi sobrenombre.

Arrasar la Capilla de la Luz, centro del Alba Argenta, era el objetivo. Pero me aparté de mi pelotón, y en mi caballo muerto cabalgué veloz hacía el sur… lejos de los dominios de Arthas. Casi podía oír sus susurros, histéricos, maldiciéndome. Ya no le necesitaba, me infravaloró: le utilicé. Acallé su voz, ahora ya podía, ya tenía suficiente poder. En cada asentamiento mortal que pasaba provocaba pavor, nadie osaba siquiera levantar un arma en mi contra.
Llegué a Ventormenta. Mi corona ya me había avisado que La Perla Negra se preparaba para partir hacia el norte para combatir la plaga desde su núcleo. La ciudad era un atisbo de lo que fue. Parecía fantasma, sus habitantes parecían enfermizos… famélicos. El paso firme y pesado de mi nueva y oscura apariencia, sobre los pavimentados suelos, resonaba en la mente más inocente. Llegué al puerto. Se encontraba amarrado el barco cuya tripulación había sido lo más similar a lo que jamás conocí como familia. En el puerto, una fugaz sombra de lo que antaño habían sido mis más cercanos amigos… Krizos, Castillo y Yavoy. No se asustaron, la maga parecía incluso contenta de volverme a ver… hasta que me vio de verdad. Desmonté, y libré mi cabeza de su yelmo.
-El mundo ha cambiado, para mal, yo he cambiado con él. Lo que veis, es lo que soy. Ahora, al fin, soy entero.
-¿Qué esperas de nosotros, traidor?- Aclaró Krizos, tajante.
-Nada. Del mismo modo que pretendía que no esperarais nada de mí. No iba a traicionaros, ni a mataros…
-Inocentes han caído en tus manos. –Finalizaba, Castillo.
-Los peones tienen que arriesgarse, y a veces morir, para dejar paso a piezas más pesadas y poderosas. Azeroth está a las últimas, y necesita de medidas desesperadas. Pensarlo, ¿que habríais hecho en mi lugar?
*Silencio, y nada más.*
-El fuego se combate con fuego, y si fracasamos, nos quemaremos con las llamas del infierno… porque no habrá otro lugar para nosotros, ni muertos, ni vivos. Es el último acto de la era que conocemos. En vuestras manos queda elegir agarrar esta poca esperanza.


Les convencí. Pronto entendieron que no tenían nada que perder. Juré eterna lealtad a Akiles y a su causa, y no le fallaré.

El Fin de los Tiempos ha empezado…

domingo, 9 de noviembre de 2008

3. Caos.

Existe una filosofía alrededor de esta idea. Cuando la burbuja explote, todo cuanto conocemos se parará. Llámalo crisis, llámalo guerra civil… tiene diferentes formas. Pero será el caos, indiscutiblemente. La gente necesita tener esperanza, y se la están arrebatando. Día a día, colegas míos, se van a la puta calle por exceso de plantilla en una empresa que ya no produce… ¿Cuánto aguantará todo esto? Cuando sea la mayoría, imagino, ¿o acaso seguiremos agachando la cabeza, resignándonos? ¿Qué pasará con esta gente? No tienen nada, cuando se les acabe el paro y se vean obligados a trabajar en cualquier cosa… ¡¡por comer!! Me parece triste, pero sé, que entre ellos habrá un “Joker” como el del Caballero Oscuro. Es simplemente un símbolo, resultado de la sociedad. Inserto el diálogo en cuestión:

(Tras el accidente en el que Rachel muere, la novia de Harvey, y este se quema la mitad de la cara gravemente… el Joker va a verlo al hospital.)
(Joker) -Cuando te cogieron, a ti y a Rachel, yo estaba enjaulado.
(Harvey) –Tus hombres, tú plan.
-¿De verdad tengo pinta de ser un hombre con un plan? ¿Sabes que soy? Soy un perro que corre detrás de los coches… ¡no sabría que hacer si alcanzara uno! ¿Sabes? Actúo sin pensar. La mafia tiene planes, los polis tienen planes, Gordon tiene planes… Ellos, maquinan. Maquinan para controlar sus pequeños mundos. Yo no maquino, intento enseñarles a los que maquinan lo patético que es que intenten controlarlo todo. Así que, cuando digo que no tenía nada personal (le coge la mano a Harvey, con ambas. Él está atado a la camilla.) contra ti ni contra tú novia tienes que saber que digo la verdad.
(Desata la mano derecha de Harvey de la camilla.)
(sigue el Joker) –Los que maquinan son los que te han hecho esto. Tu maquinabas, tenías planes y… mira como as acabado.
(Harvey se abalanza sobre el Joker, mientras este estaba desatando su mano izquierda. Forcejean.)
(prosigue el Joker) –Yo solo he hecho lo que mejor sé hacer: he cogido vuestro plan y le he dado la vuelta. Mira lo que le he hecho a esta ciudad con unos cuantos bidones de gasolina y un par de balas. ¿Hm? ¿Sabes que he notado? A nadie le entra el pánico cuando todo va según lo previsto… ¡aunque lo previsto sea terrible! Si mañana le dijera a los medios, por ejemplo, que se van a cargar a un violador o que un transporte de tropas va a volar por los aires a nadie le entraría el pánico… porque todo iría según lo previsto. Pero cuando digo que un simple alcalde va a morir, ¡entonces la gente se vuelve loca!
(Le da un revolver a Harvey, y este lo coloca sobre la sien del Joker)
(y prosigue el payaso) –Instaura una pequeña anarquía. Altera el orden establecido y comenzará a reinar el caos. Soy un agente del caos, ¿y sabes que tiene el caos? Que es justo.
(Harvey toma su moneda de la suerte y la alza, mostrando sus dos caras y dice.) –Vives, mueres.
-La cosa se pone interesante…
(Lanza la moneda al aire.)


Harvey, ahora siendo “Dos Caras” no mata al Joker. Emprende una cruzada vengativa contra aquellos que le han arrebatado todo, aquellos que maquinan como el payaso indica. Usando este diálogo como metáfora: nosotros somos Dos Caras, solo necesitamos un Joker que nos haga ver que “ellos” maquinan. Fin de la historia, empieza el caos (ominosa palabra, me encanta), cada uno se procura sus bienes, desaparecen los intermediarios, damos un paso atrás en la historia, cada uno se ocupa de sus cosas. Anarquía sin más, justa. Y a todo aquel que intente instaurar su dictadura, que evidentemente los habrá, tiro a la cabeza y a seguir con sus quehaceres. Siempre me ha sido una idea realmente muy alejada de la barbarie que a simple vista aparenta… pero pensarlo bien.
¿Utopía? Ya veremos.

Y con esto, ya teneis actualización sobre la que darle vueltas durante unos cuantos meses. Yo seguiré tranquilo, en mi mundo de felicidad... pues si es inevitable, prefiero saborear cada segundo y disfrutar de la gente que tanto aprecio (estoy enamorado, ¿se me nota? :D) sin darle demasiada importancia. /activar modo hedonista
Saludos y como el Joker dice: "Why so serious? HAHAHHAHHAHHAHA!!" Me encanta :P

2. No Futuro.

Podría resumir mi manera de pensar alrededor de esta ideología nacida a finales de los 70, con los punks. Pero otros lo hacen mucho mejor:

Carta de despedida de un españolito mileurista.
Queridos amigos,
He estado dándole vueltas al asunto mucho tiempo y al final he tomado una decisión. Me piro. Me largo. Hasta luego Lucas. Esta misma mañana he comprado un billete de avión, sólo ida. Me voy a Dublín; el próximo lunes a estas horas oficialmente ya no viviré aquí. Dudo que os sorprenda la noticia; creo que todos vosotros habéis sufrido alguna de mis disertaciones nocturnas bañadas en gintonic. Si eres el afortunado o afortunada al que aún no he cogido por banda un viernes noche en el O’Donell y le he contado mis penas, lo siento pero tu suerte acaba de abandonarte.
Esto no era lo que nos habían prometido. Algo ha fallado. Somos demasiado jóvenes como para mirar al pasado con nostalgia y al futuro con resignación. ¡Joder, que apenas tenemos treinta años! La vida tendría que empezar ahora. Lo siento, me niego a pasar una noche más ahogando mis sueños en alcohol. Aún estoy a tiempo de hacer algo.
Es curioso, desde que he comprado el billete no dejan de asaltarme los recuerdos. Hace un rato me ha venido a la memoria una noche en que nos reunimos Javi, Ramón y yo a estudiar para un examen de cálculo. Por un momento he vuelto a aquella habitación destartalada del piso de Javi donde tantas horas pasamos. Era tarde; estábamos a oscuras a excepción de la pequeña lámpara en el centro de la mesa redonda empapelada de apuntes. Recuerdo que llovía a mares; teníamos la ventana entreabierta y el olor a tierra mojada se mezclaba con el humo de los cigarrillos y el aroma del café recién hecho. Debían de ser como las cinco de la mañana cuando nos quedamos sin tabaco. No teníamos ni un duro, así que nos dedicamos a poner la casa patas arriba en busca de dinero. Miramos en todos los cajones, bajo los muebles, dentro de los jarrones, en los bolsillos de la ropa sucia, incluso entre los almohadones del sofá. Al final nos hicimos con un buen puñado de moneditas mugrientas y salimos en peregrinación a la gasolinera, que estaba en la quinta puñeta. No teníamos paraguas. Las calles estaban vacías, pero de alguna forma parecían llenas de vida. Todo tenía significado: la lluvia, la luz de una farola, un jardín, un árbol, un viejo portón de madera… El mundo estaba pintado con una paleta de sensaciones. Llegamos a la gasolinera y, entre risas, fuimos metiendo las monedas en la máquina de tabaco. Nos llegó justo para un paquete del más barato. Fuimos a guarecernos a un portal cercano, sacamos un cigarro cada uno y fumamos despacio. El humo formaba extrañas figuras que se perdían en la lluvia. Yo las seguía con la mirada y las imaginaba colándose por la ventana en la habitación de alguna chiquilla guapa y romántica que no podía dormir y que se pasaba las horas mirando al techo imaginándome a mí. Durante un instante nuestros alientos estarían unidos por finas hebras de humo. Lo pensaba y se me aceleraba el pulso. Todo parecía tan posible, tan a nuestro alcance… Éramos tres chavales que no tenían ni donde caerse muertos, fumando el peor tabaco del mundo en una calle desierta la noche antes de un examen que íbamos a suspender, pero amábamos la vida. Nuestros corazones bombeaban sueños que nos corrían por las venas y nos hacían cosquillas en el estómago. Teníamos futuro, motivación, aspiraciones, posibilidades. Éramos libres y todo estaba por ver.
Luego llegó la hora de la verdad, o más bien de las mentiras. Tanto esfuerzo, tantas noches sin dormir, tantos años esperando a que empezase la vida, y de pronto miro atrás y descubro que aquello fue más vida que esto. ¿Cuándo ha sido la última vez que habéis sentido cosquillas en el estómago? Ahora todo está demasiado lejos y siempre es demasiado tarde. Ahorramos energías, ahorramos tiempo, ahorramos dinero. No nos sobra ninguna de las tres cosas. Algún día, nos decimos. Pronto. Este año no va a poder ser, pero el que viene mejorarán las cosas. Llegará el ascenso, el aumento de sueldo. Bajarán los tipos de interés y al fin podremos relajarnos, dormir a pierna suelta, dejar de hacer horas extras. Ver un poco de mundo. Llevamos toda la puta vida sacrificándonos por un futuro que nunca llega. El mañana es la zanahoria que el sistema nos pone delante para que sigamos tirando del carro. Mientras, nuestros sueños se marchitan y el pelo se nos cubre de canas. Esa llama interior que calentaba las noches de invierno e iluminaba las calles desiertas ha acabado por apagarse. Ya no nos queda nada.
No, España no va bien, por mucho que nos lo repitan. Vivimos una triste farsa que día a día nos esforzamos en creer. Intentamos convencernos de que hemos conseguido todo aquello que el sistema nos prometió a cambio de nuestros años de sacrificio: un trabajo bien remunerado, una vivienda digna, tiempo libre, seguridad social, libertad de expresión, libertad de elección. Pero apenas nos dan unas migajas, a todas luces insuficientes. Y lo triste del asunto es que se nos induce a pensar que la culpa es nuestra. Esos señores de pétrea sonrisa que salen por la tele nos han hecho creer que todo está al alcance de la mano, que aquí de verdad hay oportunidades para todos. Deberíamos sentirnos ultrajados pero nos sentimos fracasados. Quizás sea por eso que la gente finge ser feliz. Se avergüenzan de sí mismos, piensan que son los únicos que fuerzan las sonrisas. Creen que todos los demás son verdaderos triunfadores y que ellos son los únicos que piden créditos al banco para comprar un coche que no necesitan con un dinero que no van a poder devolver, sólo para que nadie piense que han fracasado. Desde luego que la presión es mucha; cada día recibimos de media unos 300 impactos publicitarios, todos con el mismo mensaje: aún no tienes suficiente, aún no eres suficiente. El modelo de hombre que se nos impone es una especie de James Bond de físico perfecto que viste a la ultimísima moda, se mueve en coches de lujo y define su identidad a través del consumo. Un patriota siempre al servicio de su majestad que jamás cuestiona a sus superiores. A mí esto me parece la definición del perfecto gilipollas, pero resulta que en las películas las tipas se desmayan a su paso. Así que todos quieren parecerse al él. A la mujer se la invita a reivindicar con orgullo su derecho a parecerse cada vez más a Don Perfecto Gilipollas. Eso es igualdad, sí señor. ¿De verdad que pasamos diez horas en la oficina, dos en el coche, tres en el gimnasio, una en el estilista y otra en la tienda de ropa, sólo para poder entrar a un local de moda con nuestro bronceado de rayos uva, una camisa de seda, una cadena de oro, las cejas depiladas, los dientes blanqueados, las uñas sin cutículas y una dosis esnifable de autoconfianza, a pedir un Martini seco con vodka (removido, no agitado)? ¿Qué pasa entonces, alcanzamos la inmortalidad, la trascendencia, el nirvana? ¿Se solucionan por arte de magia todos los problemas del mundo? ¿El espíritu de Nietzsche nos reconoce como el superhombre? Me pregunto si somos víctimas de la propaganda o si es que simple y llanamente somos imbéciles.
España va bien. Sí, hombre, sí. España lo que se va es a tomar por culo y yo no tengo intención de hundirme con el barco. Nos hemos lanzado de cabeza a la piscina capitalista y mientras contemplamos maravillados nuestro bonito reflejo sobre el agua, las pirañas neoconservadoras nos devoran los cojones. Y parece que nos da igual; sólo nos importa la estética. Yo puedo llegar a entender la necesidad de estética cuando todo lo demás ya se ha alcanzado en la sociedad: una vez construida la casa de nuestros sueños, el siguiente paso es la decoración de interiores, la cerámica, el macramé, todo eso. Pero lo nuestro es de locos. Aún tenemos una casucha a medio hacer que ha costado sangre construir, y estamos vendiendo los cimientos para colgar un puto cuadro hortera de Andy Warhol. Al final se derrumbará todo el tinglado y millones de snobs quedarán sepultados bajo los escombros con sus camisas de seda y sus cadenas de oro y sus Martinis secos removidos, no agitados.
Ya sé lo que estaréis pensando algunos. Lo de siempre: que me caliento mucho el tarro, que un día me va a dar algo, que así no se puede vivir, que lo importante son las pequeñas cosas de la vida. Que esto es lo que hay. Lo comprendo, pero a mí por el momento las pequeñas cosas de la vida se me pegan al alma como una merluza al cristal de una ventana. Creo que he perdido la capacidad de sentir, y esto es una aberración. No, esto no es lo que hay. No quiero dejarme convencer. No me malinterpretéis; no es que el mundo se me haya quedado pequeño. No soy más guapo ni más listo ni me merezco más que nadie. No busco la gloria ni la fortuna ni ando persiguiendo paraísos utópicos. Sólo quiero salir al mundo, ver las cosas en perspectiva y, si es posible, recuperar el amor por la vida.

Así que, amigos, hasta aquí hemos llegado. Es jueves, son las dos de la mañana, está diluviando, y yo no tengo más que algo de dinero suelto y un billete de avión. Cuando os envíe estas palabras bajaré a la calle a fumarme un cigarro bajo la lluvia. El domingo saldré volando a perseguir el humo. Sé que en alguna parte hay una chiquilla guapa y romántica que piensa en mí, y ya la he hecho esperar demasiado.
Un fuerte abrazo de vuestro amigo.
Alfredo de Hoces, Tren a la estación perdida.


No obstante, yo cada vez cuestiono si es que estudiar… hacer esa carrera, o lo que sea, merece la pena directamente. El día de mañana, me largaré a vivir con quién quiero (o eso espero), tendré un trabajo basura en este país de mierda… pero lo tendré con o sin estudios. No hay posibilidad, no hay opción. Tal como está las cosas, esto no tardará en irse al garete… hablo principalmente de economía, como Alfredo en su Tren.
Me estoy tirando en caída libre sin paracaídas. Ahora mismo soy un hedonista resignado a que todo se acabará. Y que cuando esté con esa persona, con ese trabajo, con esa casa de alquiler…….. todo se irá al traste, porque evidentemente no podremos pagar esa vida.
No hay ilusión, no hay sueños, no hay esperanza, no hay futuro… son demasiado caros.
Pero yo no migraré a Dublín… yo me esperaré a ver como todo esto se hunde, y será entonces cuando sacaré tajada y me regocijaré. El caos.
Pero hasta entonces, ¡ja! ¡que me quiten lo bailado!

1. Filosofía.

Con esta y las dos siguientes entradas, haré una breve descripción de mi forma de pensar y actuar que creo ya será el resultado marcado en mi personalidad a fuego. Como sabéis, en mis pausadas actualizaciones aquí, me gusta charlar sobre pensamientos que voy teniendo… más por mí mismo que otra cosa, peeeeeero, igual a alguien le sirve.

Mi forma de actuar he decidido en que gire en torno a algunas frases, que podríamos llamar una filosofía:
-“Nadie merece vivir a menos que demuestre lo contrario.”
Relajaros. Sería una frase llevada al extremo, es fácil de entender así. Viene a decir, que en mi asco supremo por la gente (y cada día lo tengo más) podría entender una catástrofe mundial, y verla sádicamente…La sociedad, la masa… simplemente es un pensamiento que me agobia y me enfurece. El mundo, se irá al garete por su estupidez. Rebajando de nivel esa frase, podemos llegar a “nadie merece mi tiempo a menos que demuestre lo contrario”, o algo similar… Tal vez os suene arrogante o narcisista, pero creerme: yo no me merezco mi tiempo, así que no me excluyo. “Kill’em’all” decía Metallica.
Y por contrapartida, aquellos que si me lo merezcan, disfrutarán de mí mejor yo. Porque puedo ser un cabrón, pero tras esa coraza… “Te han de ganar” decía un colega: ni más ni menos.

-“Todo llega.”
Esta es, sin duda, la menos catastrofista de todas. Y es que, sinceramente, todo llega… no hay más. No os sabría explicar porque o que razón le doy a esta frase, simplemente se trata de esperar y ser paciente. He estado muchísimos años francamente mal, ahora al fin llego una buena temporada. El problema es cuando te cansas de esperar…

-“Bien y mal por igual.”
Creo en una ley no escrita sobre lo bueno y lo malo. Y es que cuando pasa algo bueno, inmediatamente pasa algo malo que lo compensa. Es irrefutable, al menos en mi vida. Me mantiene cauto cuando algo bueno ocurre, y me da esperanza cuando algo malo surge.

-“Nada que perder.”
Cuando, en el pasado, ya as rechazado todo y el derecho a ese todo quedas al margen de las pérdidas, pues no tienes nada. Agarra fuerte cada buen momento, cueste lo que cueste… exprímelo, vívelo al máximo. “Disfruta el momento” pero sin consecuencias, es un paso más allá. Y cuando se termine, vuelves al punto cero.