De pequeño siempre sentí una fijación especial por la oscuridad, el hecho de pensar que ahí en la nada había algo que no podía ver. Miraba a la luna como si intentara ver más allá, y me maravillaba observándola cuando se posaba grande, llena y a menudo rojiza en la lejanía de mi balcón. Era espléndido, aunque ahora vivo en la ciudad y ya se hace mucho más difícil vislumbrarla como entonces, me sigue encantando y le atribuyo actitudes preciosas.
Los años pasaron y mis experiencias me hicieron volverme “oscuro” como yo lo llamo. Depresivo, pensativo, amante de la soledad, muy pasivo. La noche me era mucho más agradable que el día.
Al poco, la noche si que me resultó desagradable... empecé a no poder dormir, pesadillas de imágenes pasadas y tras más de siete meses así desarrollé un miedo a dormir, me diagnosticaron un insomnio grave. Medicación, pero al final resultó que era mejor que no durmiera. En cualquier caso, este hecho me hizo asiduo de la noche... al principio con resignación, pero luego hasta con gusto. Y han pasado siete años de que eso empezara.
A la gente le choca mucho ver a una persona entera que arrastra siete años de dos horas de sueño al día, pero no nos engañemos tanto físicamente como psicológicamente estoy bastante desgastado. Mi cuerpo se mueve casi por inercia, y el mínimo esfuerzo físico me hace pasarlo mal... pero al margen de todo esto, me gusta. Soy de las pocas personas capaces de vivir el día entero, sus veinticuatro horas reales, me hace ser diferente, ser como me gusta.
Hasta he llegado a desarrollar atención por cualquier cosa relacionada con la noche. Absurdo o no, cosas como los vampiros dentro del mundo de la fantasía me encantan.
Cuando el Sol se oculta el mundo cambia, se empapa de un misticismo, una magia casi palpable. Todo está en silencio, solo estoy yo y mis cosas. La gente que encuentras (en sus caudales digo: ni borrachos, ni trasnochadores de palo que vienen de fiesta, ni nada por el estilo) es diferente, todos tienen una historia que explicar real aunque sea simplemente que son nocturnos por trabajo. ¿Casualidad? No lo creo. Son mucho más agradables, tranquilos, pensativos y a menudo más inteligentes que la masa monótona diurna (generalizar es malo, solo hablo de los que he conocido eh?).
El insomnio tiene grandes inconvenientes, no lo negaré, y condiciona por completo tu vida. Pero como dice aquel proverbio: “si el problema tiene solución, ¿de que te preocupas?; si el problema no tiene solución, ¿de que te preocupas?”. Así que, una vez aceptada esta condición toca aprovecharse y disfrutar de ello. Me siento tan pero tan bien durante la noche, es una sensación tan placentera que sin duda si me plantearan la opción de curarme la rechazaría.